jueves, 29 de enero de 2015

El otro yo. Mario Benedetti. Microrrelato.



Se trataba de un muchacho corriente: en los pantalones se le formaban rodilleras, leía historietas, hacía ruido cuando comía, se metía los dedos en la nariz, roncaba en la siesta, se llamaba Armando. Corriente en todo, menos en una cosa: tenía Otro Yo.
El Otro Yo usaba cierta poesía en la mirada, se enamoraba de las actrices, mentía cautelosamente, se emocionaba en los atardeceres. Al muchacho le preocupaba mucho su Otro Yo y le hacía sentirse incómodo ante sus amigos. Por otra parte, el Otro Yo era melancólico y, debido a ello, Armando no podía ser tan vulgar como era su deseo.
Una tarde Armando llegó cansado del trabajo, se quitó los zapatos, movió lentamente los dedos de los pies y encendió la radio. En la radio estaba Mozart, pero el muchacho se durmió. Cuando despertó, el Otro Yo lloraba con desconsuelo. En el primer momento, el muchacho no supo qué hacer, pero después se rehizo e insultó concienzudamente al Otro Yo. Éste no dijo nada, pero a la mañana siguiente se había suicidado.
Al principio la muerte del Otro Yo fue un rudo golpe para el pobre Armando, pero en seguida pensó que ahora sí podría ser íntegramente vulgar. Ese pensamiento lo reconfortó.
Sólo llevaba cinco días de luto, cuando salió a la calle con el propósito de lucir su nueva y completa vulgaridad. Desde lejos vio que se acercaban sus amigos. Eso le llenó de felicidad e inmediatamente estalló en risotadas. Sin embargo, cuando pasaron junto a él, ellos no notaron su presencia. Para peor de males, el muchacho alcanzó a escuchar que comentaban: “Pobre Armando. Y pensar que parecía tan fuerte, tan saludable”.
El muchacho no tuvo más remedio que dejar de reír y, al mismo tiempo, sintió a la altura del esternón un ahogo que se parecía bastante a la nostalgia. Pero no pudo sentir auténtica melancolía, porque toda la melancolía se la había llevado el Otro Yo.


miércoles, 28 de enero de 2015

Ecosistema. José María Merino. Microrrelato.



El día de mi cumpleaños, mi sobrina me regaló un bonsái y un libro de instrucciones para cuidarlo. Coloqué el bonsái en la galería, con los demás tiestos, y conseguí que floreciese. En otoño aparecieron entre la tierra unos diminutos insectos blancos, pero no parecían perjudicar al bonsái. En primavera, una mañana, a la hora de regar, me pareció vislumbrar algo que revoloteaba entre las hojitas. Con paciencia y una lupa, acabé descubriendo que se trataba de un pájaro minúsculo. En poco tiempo el bonsái se llenó de pájaros que se alimentaban de los insectos. A finales de verano, escondida entre las raíces del bonsái, encontré una mujercita desnuda. Espiándola con sigilo, supe que comía los huevos de los nidos. Ahora vivo con ella, y hemos ideado el modo de cazar a los pájaros. Al parecer, nadie en casa sabe dónde estoy. Mi sobrina, muy triste por mi ausencia, cuida mis plantas como un homenaje al desaparecido. En uno de los otros tiestos, a lo lejos, hoy me ha parecido ver la figura de un mamut.



martes, 27 de enero de 2015

Don Ignacio. Eva Sánchez Palomo. Microrrelato.



Hoy ha vuelto a venir ese señor a revisar la galaxia de mi armario. Es un técnico del ayuntamiento, un especialista, pero a mí me ha recordado a don Ignacio, ese profesor bajito y miope que teníamos en el colegio. Nos daba ciencias naturales y el tipo, tan corto de vista, nunca se enteraba de lo que ocurría en la última fila. Pobre hombre, la de canalladas que le dedicaron aquellos gamberros...

El caso es que el técnico me recuerda a don Ignacio. Hoy ha traído un aparato extrañísimo y me da la sensación de que ni siquiera sabe cómo funciona. Ha tardado veinte minutos en montar el artilugio, lo ha encendido y se ha quedado mirando las luces que se encendían y apagaban y los números que se movían deprisa mientras él se rascaba despacio la cabeza. He visto cansancio y mucha angustia en sus ojos. Me ha dado lástima.
No me he atrevido a contarle que la galaxia ha empezado a crecer, que desde la semana pasada emite un sonido como de metales rozándose y que el gato se coló ayer por ella y hoy ha regresado, vivo, pero con los ojos de otro color y dos colas de más.